Por lo general para poder fortalecer el Euro, se necesita mucho, en cuanto a el presidente de la Comisión Europea, quien es José Manuel Durao Barroso, ha pedido en el día de ayer a los países en crisis, como España, que prosigan con los ajustes y las reformas y a los Estados más fuertes, como Alemania, que muestren más solidaridad. Al BCE le ha pedido que compre deuda.
En estas condiciones, Barroso ha defendido que el Banco Central Europeo (BCE) tiene la «obligación» de comprar deuda para evitar la fragmentación del euro.
«El BCE no puede financiar a los Gobiernos y no lo hará.
Destaquemos que por una parte, los canales de la política monetaria no funcionan adecuadamente, entonces de parte de la Comisión lo que se cree es que está dentro del mandato del BCE adoptar las medidas necesarias, por ejemplo en el mercado secundario de deuda soberana», ha dicho Barroso durante su discurso sobre el estado de la Unión pronunciado ante el pleno de la Eurocámara.
De todas formas, como viene sucediendo en Europa, la misma que está siendo desgarrada entre lo económicamente necesario y lo políticamente posible.
Mientras lo primero (salvar a la periferia de su vulnerabilidad fiscal-financiera) es urgente y se vuelve más costoso cada día; lo segundo (crear las condiciones institucionales que legitimen el rescate y refuercen la gobernanza del euro) es importante y necesario, pero el margen político cada vez más estrecho y el horizonte temporal más largo.
Asi mismo con la eurozona lo que se necesita es una gran solidaridad financiera inmediata (instrumentada a través del BCE y el MEE, que tendrá que dotarse de una licencia bancaria para multiplicar su potencia financiera) y, eventualmente, eurobonos.
Para evitar un pánico bancario (fuga de depósitos desde el Sur) es preciso un seguro de depósitos y un fondo de recapitalización y resolución bancaria comunes. Pero Alemania y los países del núcleo no pueden soportar políticamente la solidaridad fiscal y la mutualización del riesgo siempre y cuando esto mismo sea sin avanzar hacia la unión fiscal y la unión bancaria —es decir, hacia el control centralizado de los presupuestos nacionales y de los bancos.
Algo impensable sin una unión política. Todo lo cual conlleva una compleja, lenta e incierta revisión de los Tratados de la Unión (que precisa unanimidad de los 27). Hasta ahora, la postura de la canciller Merkel se ha limitado a decir “nein” a casi todo, evitando “soluciones mágicas” a corto plazo y el gran diseño a largo plazo que horrorizaba a Jean Monnet.
Se necesita que los mercados imponga a las economías del Sur la medicina de la austeridad fiscal y el ejercicio de las reformas estructurales parece ser la única estrategia discernible.
No podemos dejar de mencionar que Barroso es el mismo que ha defendido que la eurozona debe avanzar hacia una unión bancaria, presupuestaria y económica.
Y de esa forma, para lograrlo, la Comisión ha presentado en el día de ayer su propuesta para encomendar al BCE la supervisión de todos los bancos de la eurozona.