La canciller alemana, Angela Merkel, ha dicho de seguir adelante con los ajustes y las reformas en los países de la eurozona en crisis a pesar de que estas medidas afecten negativamente al crecimiento en un primer momento.
No debemos olvidar que las reformas, han pernitido que se oberven ya «tendencias positivas» en la economía española y en otros países en crisis.
En un encuentro con medios de comunicación, la jefa del Gobierno alemán reconoció que algunas naciones de la zona euro se encuentran en una «fase» en la que la reducción del déficit está provocando «impulsos negativos para el crecimiento» económico.
Y de esa forma, Merkel instó a esos países a que mantengan la hoja de ruta reformista pese a sus consecuencias a corto plazo y a que, de forma paralela, aplique medidas sin coste económico para fomentar el crecimiento y la creación de empleo.
Además no olvidemos que, Merkel se refirió al futuro de la moneda única.
En este sentido, ha defendido que el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, tiene derecho a expresar sus opiniones sobre la crisis de la zona euro, después de que su ministro de Finanzas, Wolfgang Schaeuble, apuntara que los comentarios de Weidmann podrían tener un efecto dañino.
De todas formas Merkel ha tenido que caminar por una línea delgada, defendiendo al mismo tiempo a Weidmann, cuyas críticas son compartidas por muchos alemanes, y apoyando las políticas de Draghi, que han calmado a los mercados y reforzaron la confianza en la resolución de la crisis.
Si bien en La Eurozona mas particularmente, en Alemania, es donde se enfrentan a una disyuntiva: ¿el necesario reforzamiento de la unión monetaria se basará fundamentalmente en la asistencia financiera o en el apoyo al comercio?
La respuesta reciente proporcionada por el BCE, con el asentimiento renuente del Gobierno alemán, es positiva, pero solo incluye elementos de asistencia financiera. Si esta viene acompañada de una condicionalidad centrada en una reducción a rajatabla del déficit fiscal y no contempla un entorno más favorable al crecimiento de las exportaciones españolas, el resultado podría ser pronto insatisfactorio. España correría el riesgo de atascarse duraderamente en una situación de tutela europea, sin acceso a los mercados financieros y sin recuperación económica. Sin una política macroeconómica más expansiva en Alemania, el nivel requerido de asistencia financiera puede volverse inviable políticamente en los países donantes y poco efectivo económicamente en los países receptores.
Al momento en que su demanda interna se estanca, su superávit externo alcanza el 6% del PIB y, por primera vez en muchos años, tiene un superávit fiscal, Alemania debe decidir si está dispuesta a apoyar a España, y a la llamada periferia europea en general, induciendo un déficit fiscal moderado, abatiendo el superávit de su cuenta comercial, aceptando mayores incrementos salariales y, en última instancia, tolerando un aumento transitorio en su nivel de precios (no se trata de una subida duradera de la inflación, puesto que esta depende de la política monetaria del BCE).